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LA VIÑA, ASOCIACIÓN EMPRESARIAL DE HOSTELERIA DE LA COMUNIDAD DE MADRID ("LAVIÑA")
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Con el ornato de esta bella fachada definida por el gusto del Segundo Imperio que vuelve ahora a cautivarnos, Lhardy ha sabido conservar celosamente el ambiente cortesano y aristocrático del Madrid del siglo XX, y los comienzos del XXI al mismo tiempo que las mejores fórmulas de la cocina europea.
Una comida en el Lhardy permite evocar el mundo señorial, mientras se disfruta de la mejor gastronomía.
El famoso restaurante Lhardy entra en su tercer siglo de existencia en la misma casa de la Carrera de San Jerónimo donde abriera sus puertas en 1839, cuando Madrid era Corte de la Reina Gobernadora y acabada de estrecharse el abrazo de Vergara, entre Espartero y Maroto.
Gran parte de la historia de España se ha tramado entre la elegancia de estas paredes, bajo sus lámparas que evocan la etiqueta y solemnidad del romanticismo, y en torno a sus manteles que continúan subrayando los más delicados refinamientos gastronómicos.
En este ambiente inalterable, con el estímulo de manjares y libaciones, se han decidido derrocamientos de reyes y políticos, repúblicas, introducción de nuevas dinastías, restauraciones, regencias y dictaduras. El tiempo que pasa y vuelve, retoma siempre a los comedores de Lhardy, a la intimidad del salón blanco y a la fantasía oriental, ensueños coloniales del comedor japonés, para seguir tejiendo la historia secreta de España pero, sobre todo, pasado y porvenir se funden en la luz indecisa del famoso espejo, donde nuestras imágenes conviven con las sombras de personajes que aquí se reflejaron y volvemos a encontrarnos con tantos amigos de la aristocracia, del arte y de las letras, ya desaparecidos.
En el espejo del Lhardy, como decía Azorín, “nos esfumamos en la eternidad”, entramos y salimos del más allá. A las cotas más altas.
El nombre Lhardy representa el esplendor de la Alta Cocina Española e Internacional y un emblema de calidad avalado por más de 170 años de protagonismo en la vida de Madrid.
Su comedor principal, el Salón isabelino, y sus 5 privados: Salón Japonés, Blanco, Sarasate, Gayarre y Tamberlick, son verdaderos testigos de la historia y del refinamiento culinario del país
3, 2, 1… ¡acción!
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